Una tradición con siglos de antigüedad, que el tiempo, aun sin pretenderlo, ha ido evolucionando en la misma medida que los sentimientos humanos, estaba necesitando un estudio riguroso para singularizar los distintos matices que esta manifestación popular encierra: fe, devoción, arte, historia, industria, patrimonio, sociología, tradiciones y todo aquello que marca el latido de los pueblos, las regiones de España.

Esta es nuestra intención.

En principio rechazamos la idea de que la Semana Santa en España sea un cuerpo muerto en el que solo caben las autopsias; por suerte estamos convencidos de que se trata de un cuerpo vivo porque las primeras semillas religiosas que estuvieron en sus orígenes ha ido dando paso a otras formas de interpretarlas, señal inequívoca de la evolución humana, sin alterar las esencias pero adaptándolas a los ritmos de la vida cotidiana, al crecimiento generalizado de la cultura y, cómo no, a la evolución de los comportamientos y las relaciones sociales.

Sin embargo, al margen de las singularidades, hay un nexo común en todas las hermandades y cofradías, sea cual sea las localidades donde se celebren: las devociones heredadas, que a través de los siglos han sido el alma y el motor para mantenerlas vivas. De las devociones se ha hablado largamente, demasiadas quizás desde la vertiente de las tradiciones, pero no tantas desde las de los sentimientos. Postrarse ante una imagen para rogarle encierra, además, un acto de amor hacia los antepasados que fueron los que sembraron ese sentimiento en el corazón de cada uno. Rezar a la virgen es, sobre todo, rezar a la madre o al padre que fueron los que transmitieron la forma de expresar de forma sutil y sensible la fe y el consuelo por ser hijos de Dios. Sin este ‘requisito’ previo todo lo que hoy ocurre no tendría razón de ser. Las Semanas Santas no se levantaron para ser Fiestas de Interés Turístico Internacional; que hayan llegado a esa cota no deberían olvidarse sus orígenes y, llegadas a esas alturas expresa esa amalgama de superación, de singulares puestas en escena —Procesión de las Palmas en Elche, la ‘madrugá’ sevillana, el Cristo de la Buena Muerte de Málaga, la bajada del ángel de Peñafiel. las Pasiones vivientes de tantas localidades españolas…— así como la aparición de artistas irrepetibles como Juni, Berruguete, Gregorio Fernández, Gil de Siloé, Salzillo, Martínez Montañez y tantos otros.

¿Que todas estas manifestaciones han ido necesitando de otras infraestructuras? Así fue siempre. Unidas a ellas nacieron las Monas de Pascua, las torrijas en infinitas interpretaciones, los buñuelos, la leche frita, la miel sobre hojuelas, las sultanas y, andando el tiempo una cultura gastronómica riquísima en formas y sabores. Paralelamente a la afluencia de personas deseosas de conocer se complementaron con alojamientos adaptados a las economías de cada visitante, siendo, por ende, aparte del sol y playa, el motor más importante de toda la economía turistica de nuestro país.

Por tanto es nuestra intención, poner de manifiesto todos esos matices cuyo origen descansa en las devociones sencillas y señalar sus evoluciones para que el lector valore sus resultados. Inevitablemente también podría valorarse como una legítima operación de marketing, no se nos oculta, pero tampoco a nadie le estorba contemplar un paisaje desde todos los ángulos precisos.

A eso vamos.